¡Desde el no me da la vida….  al más allá!

Liderar no es lo mismo que aguantar.
Y en educación, esa diferencia marca el rumbo de un centro entero.

Dirigir un centro educativo exige mucho más que gestionar incidencias. Implica tomar decisiones estratégicas, coordinar equipos, optimizar recursos limitados y rendir cuentas ante múltiples grupos de interés: profesorado, alumnado, familias y administración.

Sin embargo, es habitual encontrar equipos directivos atrapados en un modelo de liderazgo puramente reactivo. Es decir, líderes que dedican la mayor parte de su tiempo a resolver lo urgente, sin espacio para construir lo importante. La consecuencia directa de este enfoque es el desgaste: no solo profesional, sino también personal.

Hace unos meses, comencé a trabajar con una directora que vivía exactamente en ese punto. Con experiencia y compromiso, pero sin aire. Su agenda era un campo de minas: conflictos con familias, desmotivación del claustro, tensiones internas y una burocracia constante que le impedía levantar la cabeza. Cada incidente absorbía toda su atención. No había tiempo para pensar, planificar o tomar perspectiva. El día a día la arrastraba, y con él, su energía, su claridad y su liderazgo.

En una de nuestras primeras conversaciones me dijo: “Llego a todo, pero no sé si lidero algo.”
Esa frase lo decía todo.

El punto de inflexión no vino de una gran estrategia, sino de una decisión sencilla, pero valiente: dejar de asumir que su función era estar en todas partes y resolverlo todo. A partir de ahí, comenzamos a trabajar en tres frentes.

Primero, recuperar su rol directivo como espacio desde el que pensar, priorizar y marcar dirección. Redefinimos objetivos, revisamos el proyecto educativo del centro y establecimos criterios claros para la toma de decisiones. No se trataba de empezar de cero, sino de recuperar el sentido de por qué se hacían las cosas y hacia dónde debían ir.

En segundo lugar, redistribuir la responsabilidad. No se puede construir un equipo profesional si todo depende de una sola persona. Activamos liderazgos intermedios, se establecieron acuerdos claros y se devolvió autonomía al equipo. Costó. Hubo resistencia. Pero poco a poco, el claustro dejó de esperar instrucciones y empezó a asumir protagonismo.

Por último, ordenar el funcionamiento. Establecimos una estructura mínima pero suficiente para organizar tareas, sistematizar reuniones y resolver conflictos sin que todo pasara por dirección. No hubo soluciones mágicas, pero sí decisiones sostenidas que fueron marcando una diferencia real.

La transformación fue progresiva, pero evidente. El ambiente en el centro se estabiliza. El claustro gana en cohesión. Las familias perciben un equipo más coherente. Y lo más importante: ella vuelve a liderar con claridad y foco. No porque haya desaparecido la complejidad, sino porque ahora hay criterio y estructura para abordarla.

Este caso no es una excepción. Es un reflejo de lo que ocurre cuando el liderazgo se reduce a la gestión de lo inmediato. La dirección de un centro no debería ser una carrera de obstáculos diaria, sino un espacio desde el que generar visión, estructura y confianza. Y para eso, es necesario revisar el lugar desde el que se ejerce ese liderazgo.

¿Tu equipo sabe qué se espera de él o depende de ti para todo? ¿Tienes tiempo para pensar estratégicamente? ¿Tu agenda refleja tus prioridades reales o simplemente las urgencias del entorno?

Liderar un centro no consiste en estar en todo, sino en construir lo que permite que las cosas importantes sucedan incluso cuando tú no estás.
No se trata de tener más tiempo, sino de decidir dónde lo pones.
Porque el liderazgo educativo no es una función operativa. Es una responsabilidad transformadora.
Y eso, inevitablemente, comienza por quien lidera.

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Especialista en gestión de proyectos, Formación en desarrollo de Habilidades competenciales. Facilitadora de procesos con personas y organizaciones

Socia directora del Área de Consultoría.

Soy Mª Paz Aguilera, nací y vivo en Córdoba, soy leal, paciente, amable, entusiasta y con mucho sentido del humor, experta en gestionar mis propias emociones, todo ello me ha ayudado ser buena en lo que hago.

Formación destacada:

  • Cursando Máster  HR Agile Scrum, Kamban.
  • Máster de Dirección y Gestión Estratégica de Recursos Humanos. .
  • Coach Profesional Ejecutivo Certificado por ASESCO CPC10719.
  • Coach Profesional Ejecutivo Certificado por AECOP CP196.
  • Practitioner y Trainer’s Training en PNL certificado por la AEPNL (Asociación Española de PNL).
  • Posgrado en Dirección y Gestión de Entidades No Lucrativas y de Economía Social por la Universidad Ramón Llull de Barcelona.
  • Diplomada en Profesorado de EGB por la Universidad de Córdoba.

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