Lo primero es lo primero: ¡mil disculpas por el silencio desde enero! Desde aquella última entrada, han pasado meses en los que no he dejado de trabajar precisamente en lo que me apasiona: ayudar a instituciones religiosas, educativas y sociales a construir entornos más seguros desde el cumplimiento normativo. No es excusa, pero sí explicación. Afortunadamente, el trabajo intenso me ha tenido alejado del teclado, pero no del propósito.
Y hoy quiero volver con una idea que me ronda desde hace tiempo y que he confirmado en múltiples encuentros con personas comprometidas con la misión de sus instituciones: el compliance no debe vivirse como una carga, sino como una herramienta al servicio de lo verdaderamente importante.
Misión por delante, siempre.
Quienes trabajamos en el ámbito del cumplimiento normativo solemos hacerlo en contextos empresariales. Pero hay otro mundo —el de las instituciones cuya razón de ser no es el beneficio económico— donde el enfoque debe ser distinto. Pienso en parroquias, congregaciones religiosas, fundaciones educativas, centros asistenciales o proyectos sociales. En todos ellos, el centro no es el mercado, sino la misión: educar, acompañar, sanar, promover, cuidar.
En una reciente jornada con directivos de una institución religiosa, algunos expresaban, no sin razón, su recelo hacia estos «sistemas de compliance». “¿Y esto en qué nos ayuda?”, preguntaban. Y es una pregunta legítima. Porque si el compliance no sirve a la misión, simplemente no sirve.
Crear entornos seguros.
Mi respuesta a ellos —y a ti que me lees— es clara: el compliance bien entendido crea un entorno seguro para que la misión pueda desplegarse sin sobresaltos.
Seguro para la institución, porque ayuda a prevenir conductas que pueden generar responsabilidades jurídicas o reputacionales. Seguro para las personas que la dirigen y trabajan en ella, porque delimita funciones, aclara responsabilidades y da herramientas para actuar ante conflictos. Y, sobre todo, seguro para los destinatarios de la misión: alumnos, personas asistidas, comunidades acompañadas.
Menos corsé, más estructura.
Es comprensible que, en entornos donde ya se trabaja al límite, la idea de implementar controles, protocolos o mapas de riesgos suene a corsé o carga innecesaria. Pero el compliance bien integrado no paraliza, ordena. No se trata de burocratizar la misión, sino de protegerla. De identificar riesgos reales (por ejemplo, en el uso de datos personales, el manejo de fondos o la relación con menores) y poner medidas razonables, proporcionadas y adaptadas.
La clave está en la integración: que las medidas no sean un apéndice artificial, sino que estén insertas en los procesos naturales de trabajo. Que el canal de denuncias no sea un buzón olvidado, sino una vía real para detectar y corregir. Que el código ético no se quede en la web, sino que inspire decisiones cotidianas.
¿Y si algo va mal?
Una institución sin compliance puede responder tarde o mal ante un problema. Con un sistema de cumplimiento, al menos cuenta con un marco claro de actuación. No es garantía de que no ocurran incidentes, pero sí de que la organización ha hecho un esfuerzo diligente por prevenirlos, detectarlos y gestionarlos con responsabilidad.
Y eso no solo tiene valor jurídico. Tiene un valor ético, evangélico incluso, en el caso de instituciones religiosas: cuidar de la comunidad, ser responsables con los bienes, proteger a los más vulnerables.
En resumen.
El compliance no debe ser un fin en sí mismo. Es un medio. Un medio para que nuestras escuelas sigan educando con libertad, nuestras obras sociales sigan acompañando con profesionalidad, y nuestras comunidades puedan desarrollar su misión con confianza.
Si el cumplimiento normativo se convierte en un freno, lo estamos haciendo mal. Pero si lo ponemos verdaderamente al servicio de la misión, será uno de nuestros mejores aliados.
Y ahora sí: me comprometo a no dejar pasar tanto tiempo hasta la próxima entrada. Mientras tanto, seguimos trabajando —tú en la misión, yo en ayudarte a que sea segura y sólida.
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Jose Rafael Rich Ruiz
Es especialista en derecho corporativo, cumplimiento normativo, mediación y negociaciones complejas.
Abogado y socio-presidente de Rich & asociados.
Es especialista en derecho corporativo y cumplimiento normativo (compliance). Miembro de Cumplen y a la World Compliance Association, asociaciones profesionales de referencia en el cumplimiento normativo en el ámbito nacional e internacional.
Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Loyola.
Ha elaborado el Programa de Compliance de la Conferencia Episcopal Española y de numerosas administraciones públicas y entidades privadas.
