Por desgracia aún nos siguen llegando numerosas noticias en las que los padres denuncian que a su hijo le acosan los compañeros de colegio, que en gran parte de ocasiones llegan tarde, cuando el menor se encuentra ya perjudicado. Es difícil de detectar, incluso los adultos que custodian a la víctima pueden no darse cuenta, siendo las agresiones físicas por lo general, la culminación de un proceso de victimización.
Generalmente el bullying o acoso escolar comienza con agresiones e intimidaciones psicológicas, como insultos, motes dañinos, hablar malintencionadamente del niño, impidiéndole participar en juegos o actividades sociales conjuntas e incluso poner en su contra a otros compañeros, donde el agredido no da una respuesta adecuada, aumentando la intensidad del acoso por parte de los agresores. El objetivo es conseguir que sienta miedo a las agresiones, burlas, etc. Aunque también puede darse las agresiones físicas como darle collejas o poner zancadillas, empujarle, robarle e incluso quitarle sus pertenencias.
Como ya hemos indicado, en ocasiones es difícil detectar qué es acoso y qué no lo es, ya que, los niños se pelean en muchas ocasiones, lo que no debe porqué indicar que se trate de acoso escolar. Por tanto, lo que diferencia al bullying con estas situaciones es que se reitera en el tiempo, manifestándose en formas diferentes de maltrato, donde la víctima es o termina en una condición de inferioridad y en la que los agresores se cebarán para mantener las acciones de hostigamiento.
Por otro lado, existen otras situaciones mucho más graves que tampoco debemos considerar acoso, que son aquellas derivadas a actos delictivos como las agresiones sexuales, el uso de armas, las amenazas de muerte o aquellas agresiones que ponen en riesgo la integridad de la víctima o su vida. Son casos de delitos que se deben denunciar.
Entonces, ¿cómo debemos actuar?
Pues bien, en caso de que el niño observe un comportamiento de acoso escolar debe saber que su posición no puede estar al lado de los agresores, ni participando ni tampoco riéndoles la gracia. La cuestión es intentar acercarse al niño agredido y pedir ayuda a los padres y a los profesores.
El centro escolar debe reaccionar positivamente para que el problema se solucione, enfrentándose al problema, nunca dejando el problema como un caso aislado.
Mientras que los profesores pueden detectar el problema mediante comportamientos de los niños en la dinámica de grupo, rendimiento escolar, rumores, tristeza en los niños, miedos, poca sociabilidad, signos de golpes. Pequeños signos que requieren de una actuación rápida para no dejar secuelas en la víctima y poder reconducir el comportamiento de los agresores.